Quizás el término que genera más confusión en la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), es el de «aceptación».
Desde la perspectiva de ACT, cuando hablamos de «aceptar» nuestros pensamientos, sentimientos o sensaciones corporales, no estamos hablando de que haya que «resignarse» a estas experiencias o de que haya que ver el «lado positivo» de lo que te ocurre. Se trata, más bien, de cultivar una actitud de «estar dispuesto» a vivir tu experiencia interna tal y como surja en cada momento, para que tus pensamientos, sentimientos y sensaciones corporales no actúen como una barrera en el camino hacia una vida con significado y propósito.
En efecto, muchas veces dejamos de hacer cosas que nos gustan y que dan sentido a nuestra existencia sencillamente porque «no estamos dispuestos» a tener determinados sentimientos (tristeza, ansiedad, miedo…), pensamientos (negativos, intrusivos…) o sensaciones corporales (dolor…). Por ejemplo, si me encanta viajar pero tengo miedo a volar y no estoy dispuesta a experimentar la ansiedad que me produce, dejaré de ir a muchos sitios. Al final de mis días, si sigo con esta estrategia, me sentiré aliviada cada vez que evite subirme a un avión, pero me habré quedado sin visitar muchos sitios que me hubiera encantado. Sin embargo, si entreno mi habilidad de poder estar con la ansiedad que me produce volar (que sería «aceptar» esta ansiedad en términos ACT), a lo mejor paso más momentos de ansiedad en mi vida, pero al mismo tiempo la llenaré de experiencias significativas y vitales, y el balance será muy probablemente positivo.
En definitiva, en ACT hablamos de «aceptar» como sinónimo de «estar dispuesto» a vivir nuestra experiencia interna, sea cual sea, en toda su amplitud y valencia, con el fin de que ésta no sea una barrera para hacer las cosas que dotan de sentido y significado a nuestra vida.