La Terapia de Aceptación y Compromiso (también conocida como ACT, leído como una palabra, por sus siglas en inglés) pertenece a la denominada “tercera generación” de terapias de la tradición cognitivo-conductual. Es, por tanto, una terapia con una sólida base científica. Esta “nueva ola” de terapias incorpora, junto con una fuerte raíz conductista, elementos de otras tradiciones psicológicas y filosóficas, tales como el mindfulness (tan de moda en estos tiempos), o técnicas y principios de la psicología humanista y existencialista.
ACT, sorprendentemente, no tiene como finalidad principal la reducción de los síntomas de las diferentes aflicciones psicológicas, tales como la ansiedad o la tristeza. Su fin principal es incrementar lo que se denomina “flexibilidad psicológica”, que es la habilidad de las personas de hacer las cosas que dan sentido y propósito a nuestras vidas, incluso en presencia de pensamientos, sentimientos, sensaciones, o recuerdos problemáticos o desagradables (tristeza, ansiedad, miedo, dolor, etc., me referiré a todos ellos como “eventos privados”).
Lo opuesto a la “flexibilidad psicológica”, en términos ACT, es la “evitación experiencial”, que es el esfuerzo que hacemos las personas para reducir o eliminar los eventos privados que nos resultan desagradables. Esta estrategia, que en principio parece que tiene mucho sentido, en muchas ocasiones, produce el efecto paradójico de incrementar la intensidad y frecuencia de estos pensamientos y emociones desagradables (la lucha con la ansiedad produce, paradójicamente, más ansiedad, o tratar de no pensar en un “oso blanco” nos trae inmediatamente esa imagen a la cabeza); pero, sobre todo, hace que las personas centremos nuestra vida en no sentir eso que no queremos sentir, en no pensar eso que no queremos pensar, etc., y descuidemos todas esas otras cosas que son importantes para nosotros y que hacen que la vida merezca la pena (relaciones personales, hobbies, profesión, etc.). Este abandono de actividades valiosas y con significado produce una pérdida de vitalidad y propósito que es, en muchos casos, el verdadero problema y la causa de la mayor parte del malestar y sufrimiento de las personas que acuden en busca de ayuda psicológica.
Para incrementar la flexibilidad psicológica, en la Terapia de Aceptación y Compromiso se entrenan ciertas habilidades en relación con determinados procesos básicos, que se pueden resumir en tres actitudes vitales:
- estar abierto a experimentar los sentimientos, pensamientos, etc. que acontezcan en cada momento en nuestra vida, en el camino de hacer aquellas cosas que son importantes y valiosas para nosotros;
- poder contactar con el momento presente, en lugar de perdernos mentalmente viajando al pasado y al futuro en forma de rumia y preocupación, respectivamente; y
- comprometerse con dar aquellos pasos que nos llevan en dirección a lo que es verdaderamente importante para cada uno de nosotros, en lugar de dejar que los sentimientos o pensamientos de cada momento “dicten” lo que hago y a dónde me dirijo en cada momento.
En conclusión, la ACT es una de las terapias más novedosas dentro de la tradición cognitivo conductual, y tiene como núcleo central la aceptación de la experiencia humana en toda su amplitud y valencia, así como la creación de un nuevo repertorio de conductas en el individuo que le permita llevar una vida con sentido y propósito.